Volver a Kollontai: los orígenes del Día Internacional de la Mujer Trabajadora
Hablar de la historia del Día Internacional de la Mujer Trabajadora implica necesariamente volver a la figura de Aleksandra Kollontai. Esta pensadora marxista tuvo un papel clave en la lucha por la emancipación de las mujeres de la que podemos extraer importantes enseñanzas para afrontar nuestra actualidad y nuestro futuro.
Con una visión adelantada a su tiempo, Kollontai analizó la opresión de las obreras, la violencia de género y la necesidad de liberarse del mito del amor romántico. Además, su papel como ministra de Bienestar Social en el gobierno soviético la convirtió en la primera mujer de la historia en ocupar un cargo ministerial. Desde allí impulsó políticas fundamentales para la igualdad, como la redacción de la ley de matrimonio de 1917, que otorgaba a las mujeres el derecho al divorcio y a una pensión alimenticia.
Kollontai fue una de las feministas que documentó cómo se gestó el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. La iniciativa nació en Estados Unidos, cuando el 28 de febrero de 1909 las mujeres socialistas organizaron manifestaciones masivas exigiendo derechos políticos para las obreras. Sin embargo, la propuesta de convertir esta jornada en una fecha internacional provino de la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en 1910.
En aquel encuentro, Clara Zetkin propuso institucionalizar un Día de la Mujer en todos los países bajo el lema “El voto de la mujer unirá nuestra fuerza en la lucha por el socialismo”. La decisión no se recogió por escrito, pero se acordó celebrar el primer Día Internacional de la Mujer el 19 de marzo de 1911.
El éxito de la convocatoria fue enorme. En Alemania y Austria, decenas de miles de mujeres participaron en asambleas, marchas y publicaciones que denunciaban la falta de derechos políticos y laborales. En 1913, la fecha se trasladó al 8 de marzo, estableciéndose como el día de militancia de las mujeres trabajadoras que hoy sigue vigente.
Tanto Kollontai como Zetkin no solo lucharon por los derechos de las mujeres, sino que fueron firmes opositoras de la Primera Guerra Mundial. En 1915, Zetkin logró organizar una Conferencia Internacional de Mujeres contra la Guerra en Berna, reuniendo a delegadas de los países beligerantes. Fue el primer encuentro internacional donde socialistas de distintos países se unieron para denunciar la guerra imperialista y defender la solidaridad entre los trabajadores. Por ello, Zetkin fue perseguida, acusada de traición y encarcelada a su regreso a Alemania.
Kollontai, por su parte, se sumó activamente a la Revolución Rusa de 1917, convencida de que solo un cambio revolucionario garantizaría la emancipación de las mujeres y el fin de las guerras imperialistas. Y fue precisamente el 8 de marzo de 1917 (23 de febrero calendario juliano) cuando las mujeres obreras y campesinas de Rusia hicieron historia. Hartas del hambre, el frío y las penurias de la guerra, salieron a las calles de Petrogrado exigiendo pan y el regreso de sus maridos de las trincheras. Su determinación fue tan arrolladora que las fuerzas zaristas no se atrevieron a reprimirlas. Aquel Día de la Mujer Trabajadora encendió la chispa de la Revolución de Febrero, mostrando al mundo la fuerza transformadora de las mujeres organizadas.
Más de un siglo después, la historia de Kollontai y Zetkin nos recuerda que la lucha feminista y la lucha contra la guerra van de la mano. En un contexto donde la escalada bélica avanza día a día y el militarismo sigue siendo una amenaza creciente, reivindicar un legado de paz significa rechazar categóricamente la escalada belicista promovida por la OTAN, el desarrollo desenfrenado de la industria armamentística y el envío indiscriminado de armas a zonas de conflicto como el genocidio en Palestina a Ucrania y otras regiones en crisis.
Es imperativo reconocer que la búsqueda de soluciones militares a conflictos políticos y sociales es un camino equivocado. La historia nos enseña que la paz duradera solo se logra a través del diálogo, la diplomacia y la cooperación internacional. Sin embargo, vemos cómo se rechaza sistemáticamente la búsqueda de salidas negociadas, favoreciendo en su lugar la confrontación y la división del mundo en bloques antagónicos.
La verdadera seguridad global no se construye acumulando arsenales cada vez más letales, sino fortaleciendo las instituciones internacionales, promoviendo el desarrollo equitativo y respetando los derechos humanos en todo el mundo. Es hora de que la comunidad internacional rechace la escalada bélica y se comprometa con un futuro de paz, cooperación y entendimiento mutuo.
Este 8 de marzo, es más necesario que nunca recuperar la tradición del feminismo socialista e internacionalista, que entiende que la lucha de las mujeres es, ante todo, una lucha por la justicia social y la paz
Elena Tomás Bona, concejal de Zaragoza en Común
Artículo publicado en Arainfo el día 5 de Marzo de 2025
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