Pronto, de hecho ya están los ayuntamientos preparando los cementerios para ese «Día de todos los santos» en el que más de medio mundo, irá a recordar y llevar flores a sus seres queridos.

Realmente no debería ser necesario, más allá de los empeños de la Iglesia y de quienes hacen un negocio especial con las flores ese día, tener un día para recordar. Creo que a la familia, compañeros/as y amigos/as que ya se han ido se les recuerda, con mayor o menor intensidad, todos los días y, especialmente, en el de su aniversario.

Muchas veces, pero especialmente cuando llega este día, pienso que a la familia, compañeros/as y amigos/as fallecidos/as pude darles el último abrazo. Recuerdo que a mi padre y a mi madre, en sus últimas horas, pude darles un beso y cogerles la mano. Ahora se donde están. Puedo, si así quiero, llevarles flores y recordarles todos los días del año. No necesito que nadie decrete un día oficial.

Con mucho sentimiento, pena y, también rabia, soy consciente de que hay mucha gente en este país que no sabe donde llevar flores a familiares, amigos/as y compañeros/as muertos porque no saben, siquiera, donde están enterrados/as.

Por eso todos los días, pero también en este “de todos los santos”, cuando veo a la gente ir con flores a los cementerios, recuerdo, porque no quiero olvidar, a quienes no recibirán ni una flor, ni este día, ni ningún día del año, porque nadie sabe en que cuneta o barranco están abandonados o abandonadas. No puedo, ni quiero, dejar de pensar en quienes, sin un último beso o abrazo, fueron asesinados/as en una tapia. Por eso, en este día, como en todos los días del año, habrá muchas casas, demasiadas, que recordarán con lágrimas de cariño, pero también de impotencia y rabia, a quienes fueron asesinados/as por defender la libertad y la democracia. Llorarán, con dolor y dignidad, porque ni ese día, ni en todos los demás días, meses y años, habrá un sitio al que poder llevar unas flores tricolores. No habrá un sitio al que ir a amar y recordar, aunque sea llorando.

No lo hay porque quienes fueron arrojados/as a las fosas y barrancos, murieron a solas con sus asesinos y quedaron, allí donde las balas les quitaron la vida. Allí, en muchos casos, siguen abandonados, pero nunca, jamás, olvidados.

No lo habrá mientras no se asuma que la Memoria Democrática, y los derechos de las víctimas, no son una cuestión de la izquierda o de las familias, sino que son una obligación de un estado que se denomine democrático.

Coincide además, que, el día de antes de ese día de “todos los santos”, el 31 de Octubre, es el que la vigente Ley 20/22 de Memoria Democrática dedica al recuerdo y homenaje de todas las víctimas del golpe militar, la Guerra y la Dictadura.

Hoy, como todos los días, como todos los años, es momento de recordar a quienes dieron todo por la libertad, por la democracia, por ese sueño republicano que, a sangre y fuego, reventó el fascismo. Hoy, como todos los días, como todos los años, es momento de decir alto y claro que este, en el que vivimos, es el único país que no ha condenado al régimen fascista y asesino que se impuso por la fuerza de las armas, es el único país, con democracia asentada, que permite la impunidad del régimen asesino y olvida lo que es Memoria, Justicia, Verdad, Reparación y Derecho a la No Repetición

Hoy, cuando quieren imponernos una falsa concordia, cuando la ultraderecha pisotea los derechos de las víctimas del franquismo, cuando quieren revisar la historia para que se olvide el pasado, es momento de recordar a esas miles de personas que, sintiendo el miedo, el terror y la angustia, miraban de frente a los asesinos que les habían colocado contra una tapia.

Así que hoy, como todos los días, como todos los años, con ese dolor sordo que provoca la rabia y la impotencia ante la injusticia, reclamo recuerdo, respeto y homenaje para quienes se enfrentaron al fascismo y dieron sus sueños, sus aspiraciones y su vida por una sociedad más justa.

Adolfo Barrena Salces, Director Ejecutivo de la Fundación14 de Abril

Artículo publicado en Arainfo el 31-10-2024