Hoy se cumplen 80 años de aquel 22 de febrero de 1939 en el que murió Antonio Machado.
No lo hizo en su país porque, junto a miles y miles de personas, entre el frío y la nieve, cruzó la frontera en enero de ese año. Lo hizo huyendo de la barbarie fascista.
Machado, ya lo sabemos, fue un gran poeta pero, al mismo tiempo, fue un ejemplo de patriotismo republicano. Machado entendió que la República era el mejor sistema para acabar con el hambre, el analfabetismo, y la miseria a la que el régimen borbónico había condenado al pueblo español.
Machado vive los valores republicanos, se identifica con ellos y cuando, en 1936, se produce la sublevación militar, no duda en situarse al lado de la legitimidad republicana y pone su pluma, y su persona, al servicio de la lucha antifascista.
A diferencia de otros intelectuales que salen del país, Machado se queda en España, junto a su pueblo. Une su destino al de las miles y miles de personas que combaten contra el fascismo. Lo hace desde la comprensión de que se lucha contra el fascismo internacional, con un concepto claramente nacional, republicano y revolucionario.
Comprende que el enfrentamiento trasciende lo nacional por cuanto se lucha contra el fascismo italiano y contra el nacionalsocialismo alemán. Sabe que es revolucionario porque la lucha defiende las transformaciones sociales y económicas que había puesto en marcha la república.
Machado se fue, nos deja su obra pero también su ejemplo.