Ya la civilización griega tuvo una diosa, Harmonía que, al igual que la romana Concordia, simbolizaba el entendimiento. En estos tiempos en los que vivimos Concordia, por definición, es acuerdo entre partes. Solo puede darse si hay entendimiento. Concordia es una palabra que, desde que el PP se entregó a la ultraderecha, oímos casi todos los días. Pero esa “concordia” que PP y VOX quieren imponer, mediante leyes aprobadas por esas mayorías absolutas de las que disponen en diferentes parlamentos autonómicos, es una concordia falsa. Es un indecente ejercicio de cinismo.
Pervierten el término, y su significado, porque lo que están planteando no es un proceso de acuerdo, ni tiene como objetivo la convivencia, ni pretende resolver el problema del reconocimiento de derechos fundamentales vulnerados durante décadas, ni quiere reconocer a las víctimas de una dictadura genocida.
Las “leyes de concordia” que quieren aprobar son herramientas blanqueadoras del franquismo, son la nueva forma de enterrar el pasado y ocultar las miles y miles de víctimas y desaparecidos/as, de echar un velo sobre las torturas, los linchamientos, las ejecuciones extrajudiciales, los bebés robados, la humillación constante sufrida por las mujeres, el trabajo esclavo, el exilio forzado, el expolio y robo sufrido por quienes fueron derrotados/as y sobre la complicidad de la jerarquía católica.
La unilateral “concordia” de la que nos hablan no cita, para nada, el franquismo, ni habla de los apoyos de nazis y fascistas que tuvo el golpismo, ni tiene en cuenta a los/as caciques, obispos, arzobispos, terratenientes y capitalistas que jalearon, y financiaron, la sublevación contra el legítimo y democrático Gobierno de la II República.
La “concordia” de la que nos hablan no nace de la voluntad de entendimiento o, cuando menos, de acuerdo ya que el consenso se ve totalmente imposible.
Su “concordia”, así lo expresan, parte de un supuesto falso. Consideran que el Gobierno de la II República no era legítimo y, por eso, hubo que derrocarlo. Tuvo que haber un golpe de estado, una guerra y 40 años de dictadura para “salvar” a este país del desorden. Equiparan, de manera insidiosa, a un Gobierno democrático con una sublevación fascista. No es gratuito, ni casual, que hoy en día, en pleno S XXI, sigamos oyendo proclamas en contra de la legitimidad del actual Gobierno.
Son los/as mismos/as que en 1936 acabaron con el primer sistema de gobierno democrático que tuvo este país a lo largo de su historia.
Sus “leyes de concordia” atentan contra la democracia porque pretenden reescribir la historia y demostrar que la culpa de lo sucedido en el siglo pasado fue de la II República. Ponen al mismo nivel al franquismo y al régimen democrático que derribó. “Ambos bandos cometieron errores”, nos dicen.
Sus “Leyes de concordia”, impuestas por decreto, pretenden normalizar el franquismo. Vienen a decir que hay que dejar de hablar de aquellos años, que hay que aceptar el silencio, el miedo y la sumisión que impusieron, como algo normal, por haber sido quienes vencieron.
Sus “leyes de concordia” se sitúan, otra vez, en los años 70, cuando agonizaba el régimen y el franquismo aceptó la transición, y la llegada de la democracia, a cambio de ese “pacto de silencio” que fue la Ley de Amnistía de 1977 y la transición. Esa ley, preconstitucional, es la que sigue invocando la judicatura para cerrar el paso a todas las demandas y querellas interpuestas contra el franquismo y sus verdugos.
Con sus “leyes de concordia” quieren acabar con la Memoria Democrática y reescribir la historia para volver a escribirla según su relato.
Sus “leyes de concordia” están marcadas por el odio y el rencor, en vez de por la búsqueda de entendimiento. Olvidan que la memoria es un ejercicio de reconstrucción del pasado.
En vez de tramposas “concordias” necesitamos políticas públicas que, apoyadas en los principios de Verdad, Justicia y Reparación, den a la sociedad garantías de no repetición. Tan solo con estos principios podrá haber Concordia, con mayúsculas, para construir una memoria democrática que sea el soporte fundamental de una verdadera cultura democrática.
Hoy, a pesar de las trabas, superando el vacío y la falta de apoyo e interés institucional, sabemos lo que fue el régimen franquista, pero sus herederos y herederas quieren volverlo a ocultar.
Hoy, PP y VOX, equiparan a víctimas y verdugos. Hoy, para blanquear al franquismo, esconden a sus víctimas al homologarlas con las del terrorismo o las de otro tipo de violencias.
Hoy, todavía, en los barrancos y cunetas donde fueron arrojados, siguen miles de cuerpos esperando su exhumación e identificación.
Hoy, los/as herederos/as del franquismo, a pesar de los informes de la ONU, a pesar del fallo de Tribunal Constitucional, que les dicen claramente que sus leyes de concordia vulneran derechos fundamentales, dan una bofetada con sus cínicas “leyes de concordia”.
Se la dan a las víctimas del franquismo y sus familiares, se la dan a las Asociaciones Memorialistas y nos la dan a toda la ciudadanía porque, una vez más, nos roban nuestro derecho a saber y conocer lo que sucedió, lo que pasaron nuestros abuelos y abuelas, lo que vivieron nuestro padres y madres y lo que nos han robado durante 40 años de dictadura, sin derechos ni libertades.
Sus “leyes de concordia” están marcadas por el odio y el rencor, en vez de por la búsqueda de entendimiento. Olvidan que la memoria es un ejercicio de reconstrucción del pasado.
Sus “Leyes de concordia”, impuestas por decreto, pretenden normalizar el franquismo. Vienen a decir que hay que dejar de hablar de aquellos años, que hay que aceptar el silencio, el miedo y la sumisión que impusieron, como algo normal, por haber sido quienes vencieron.
Son los/as mismos/as que en 1936 acabaron con el primer sistema de gobierno democrático que tuvo este país a lo largo de su historia.
Artículo de Adolfo Barrena publicado en El Periódico de Aragón el 27 de Junio de 2024
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