Hace 86 años, un 18 de Julio, este país, sufrió un golpe de estado fascista, que provocó una guerra y abrió la puerta a esa dictadura franquista que llegó hasta 1978, cuando se aprobó la vigente constitución.
Hoy, a pesar de la historia inventada por quienes vencieron, a pesar del silencio y olvido impuesto durante más de 40 años por el miedo, el asesinato, la tortura y la represión, a pesar de ese “ponerse de lado” de la transición, sabemos que el golpe fue urdido y promovido por una parte de las fuerzas armadas, por el caciquismo rural absolutamente contrario a la reforma agraria iniciada por el Frente Popular, por la burguesía reaccionaria de siempre que quería mantener sus privilegios, y por la Iglesia Católica que defendía sus propiedades y quería mantener su capacidad de influencia “adoctrinadora” en las capas populares y en el medio rural.
En el otro lado estaban las clases populares trabajadoras, el campesinado, el sindicalismo, y una parte de la burguesía republicana que defendía los derechos democráticos, sociales, jurídicos, electorales, políticos y culturales, establecidos por la II República. Todos y todas defendían derechos básicos como el de la educación, el laicismo, el recorte de privilegios de las clases dominantes y de la iglesia, la renuncia a la guerra y, además, derechos individuales y colectivos como, el de huelga, el sufragio universal, el divorcio, el aborto, y la posibilidad de nacionalización, por interés social, de empresas y sectores estratégicos.
Hoy sabemos que lo que ocurrió con el golpe de estado, la guerra subsiguiente y 40 años de dictadura, fue en realidad una confrontación entre dos sistemas políticos, sociales y económicos claramente diferenciados y enfrentados. Fue un dramático episodio de la lucha de clases.
Hoy, a los 44 años de democracia, este país sigue sin condenar el franquismo, sin condenar el apoyo y colaboración de la iglesia y sigue sin reconocer el derecho de las víctimas del franquismo a la Memoria, Verdad, Justicia y Reparación.
Hoy, 44 años después de la aprobación de nuestra constitución, en nuestro país, a diferencia de otros que sufrieron dictaduras fascistas y asesinas, sigue siendo imposible juzgar los delitos y crímenes cometidos por el franquismo, porque se mantiene vigente esa Ley de punto final, preconstitucional por cierto, que fue la de Amnistía de 1977.
Hoy, 47 años después del fallecimiento del dictador, la justicia española sigue poniendo trabas al juicio, por crímenes de lesa humanidad, de los delitos cometidos por el franquismo durante la guerra y los 40 años de dictadura. Lo hace alegando la prescripción de los delitos y afirmando que no se pueden perseguir crímenes contra la humanidad cometidos en este país antes de 2004, fecha en la que España, a los 26 años de democracia, presionada por los organismos internacionales, incorporó a su código penal este tipo de delitos.
Hoy, la derecha reaccionaria pretende revisar y reescribir la historia y llega, incluso, a considerar responsables del golpe, y de la guerra, a quienes defendieron la democracia, la libertad y el legítimo orden constitucional vigente en 1936. Ese revisionismo convierte, de una forma obscena e impúdica, a las víctimas en culpables.
Han pasado 86 años del golpe de estado, y todavía hemos visto estos días como se alían las derechas, las ultras, las extremas y esa parte oscura del PSOE que encabeza Felipe González, para reclamar la retirada de una Ley de Memoria Democrática que habla de la guerra, de la represión, de las torturas, del exilio, de las fosas comunes, de bebés robados, de mano de obra esclavizada, de expolio de bienes y que prohíbe fundaciones montadas para exaltación del franquismo. Para esta gente pedir Justicia y Dignidad, es recurrir a la nostalgia, o al romanticismo, o a reabrir heridas, o a un ajuste de cuentas.
Hoy, a los 86 años de aquella sublevación fascista, hay que desenmascarar a quienes, como la Presidenta de la Comunidad de Madrid, envilecen la democracia afirmando que “cuando te llaman fascista es porque lo estás haciendo bien”. Para esta gente, “hacerlo bien” es ponerse del lado de quienes fueron verdugos asesinos, de los tribunales franquistas, de los militares golpistas, de esos obispos cómplices del genocidio, de quienes financiaron el golpe de estado y la guerra, de quienes ahogaron en sangre y fuego este país ayudados por nazis alemanes y fascistas italianos.
Hoy a los 86 años del golpe de estado, hay que seguir luchando por evitar el olvido y el blanqueo de los crímenes franquistas.
Artículo de Adolfo Barrena, Director ejecutivo de Fundación 14 de Abril
publicado hoy, 18 de julio de 2022 en elperiodicodearagon.com/opinion/
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