Este domingo, aunque seguramente pasará desapercibido, se cumple el 44 aniversario del golpe de Estado del 23 F. 44 años, tan solo, hace que la tímida democracia, que tanto había costado conseguir, quiso ser abortada por un golpe de estado. Otro más de los muchos que este país ha sufrido.

No quieren que hablemos del pasado, que no conozcamos nuestra historia, pero si repasamos lo sucedido en el último siglo vemos varios golpes de estado. El de Franco, el que fracasó, provocó una guerra de tres años.

El de Franco en 1936, el del Coronel Casado en 1939 y el tejerazo de 1981 fueron contra la libertad y la democracia.

Aquel 23 de febrero de 1981, cuando apenas hacía 3 años que, aprobada la Constitución, había empezado la llamada transición democrática, guardias civiles asaltaron el Congreso.

Era la sesión de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo que iba a sustituir al dimitido Adolfo Suarez. A eso de las 6, radiado y televisado en directo; Tejero que, junto a Saenz de Ynestrillas, ya había intentado otro golpe de estado en 1978 (el conocido como Operación Galaxia), al mando de 200 guardias civiles, a punta de pistola y disparando al techo para intimidar, secuestró el Congreso.

Recuerdo aquella noche. Miedo, sentí el mismo miedo que teníamos durante los últimos años del franquismo y los primeros de la transición. Miedo, y desesperanza, por si la historia daba marcha atrás y volvía el régimen asesino que nos había oprimido durante 40 años, por si volvían al poder quienes habían llenado de fosas nuestro país y habían condenado al exilio a decenas de miles de personas, desesperanza por si volvía esa España de rosario y misa.

De aquellos días me quedo con 4 imágenes. Tres de ellas me producen espanto y me recuerdan los miedos pasados. Son la de Tejero con tricornio y pistola en la tribuna del congreso, la del Congreso rodeado por militares y la de los tanques en las calles. Representaban la vuelta atrás. La otra es la gente, al día siguiente, volcada en las calles y plazas, de manera unitaria y plural, para defender la democracia. Representaba la decisión ciudadana de defender, y mantener, los derechos y libertades arrancados a una dictadura asesina. Era una imagen del pueblo defendiendo la democracia.

Los golpistas justificaban su acción por la crisis económica dura que, heredada del franquismo, se vivía en España, por la puesta en marcha de la descentralización del Estado que rompía la «sagrada» unidad de la patria, y por la resistencia de sectores fascistas e involucionistas que añoraban el régimen franquista.

Aquellos días aparecían pintadas que decían «Fuera Políticos, Militares al Poder». Hoy, sin haber resuelto del todo, aunque nos cuenten que vamos bien, la crisis económica que arrastramos desde 2008: sin haber recuperado todo lo que los recortes, el COVID y la pandemia se llevaron por delante; en medio de esa crisis de legitimidad de la política que han propiciado quienes la han pervertido con tramas corruptas, con bulos y mentiras, con sobreactuaciones, con excesos de ego y una incontinente verborrea tabernaria y macarra… hay quienes claman por sustituir a los/as políticos/as por burócratas sin ideología. Es verdad que ya no se llama a militares como solución, pero es que el sistema ya no necesita pistolas y tricornios. Quienes no creen en la democracia ya están en el Congreso, en nuestros Gobiernos Autonómicos y en nuestros ayuntamientos.

Hoy lo más reaccionario está ganando espacio. A golpe de bandera y españolismo rancio; a base de mentiras amplificadas por esa prensa amarilla y cavernaria, por tertulianos/as claramente partidistas y reaccionarios/as, por esa parte asquerosamente antisocial de las redes sociales; el facherío y las “gentes de orden” de este país, campan a lo largo y ancho.

La ultraderecha, partidaria y defensora del «orden franquista», clama contra derechos básicos, defienden y proclaman el machismo de siempre, incitan al odio y al racismo y, apoyados/as por toda esa gente sin criterio que, a golpe de tertulia, de información de consumo y de creerse bulos y mentiras; les sigue el juego; vota a corruptos/as, a ultraderechistas y a quienes convierten la libertad en algo banal como es salir de marcha, se sitúa como abanderada del trumpismo y de la ultraderecha mundial.

Hoy se criminaliza a políticos/as, se sataniza a los sindicatos de clase, se reclama quitar derechos, se propone derogar leyes sociales como las de violencia contra la mujer, como las de vivienda, como la de la muerte digna, como las de Memoria democrática; se escandalizan porque sube el SMI; quieren quitar los impuestos a la banca, eléctricas y empresas del IBEX…

De aquel golpe de hace 44 años, nunca se investigaron las tramas civiles y económicas que lo alimentaron. Los militares juzgados apenas llegaron a cumplir unos pocos años de condena y siguieron en nómina.

En estos 44 años, y eso que no triunfó el tejerazo, nos han quitado, o hemos perdido, demasiadas cosas por las que lucharon y luchamos. Ya no llenamos las calles y plazas de mala leche, de determinación para defender lo nuestro. Se mira para otro lado cuando nos arrebatan derechos y, todavía, hay quienes no se han enterado de que a quien hay que derrotar, es al capitalismo salvaje. Ese es el enemigo común que tienen, que tenemos.

Con todo, aquello pasó tan solo hace 44 años. Hoy hay franquistas, disfrazados/as de demócratas que vuelven a hablar de la sagrada unidad de la patria, de la bandera, del machismo indecente, del orden y la obediencia. Mucho cuidado y reflexión, no vuelva a salir un salvapatrias que vuelva a llevarnos a esa noche negra que fue la dictadura. Corremos el riesgo de volver a la España oscura y gris del NODO, aunque esta vez sea en colores. .

Por eso seguiremos luchando. Porque no olvidamos. Sabemos que la libertad, las conquistas sociales y los derechos no nos los regaló nada ni nadie. Sabemos, también, que se pierde todo lo que no se defiende y que no se gana nada más sin lucha organizada.

Hoy es necesario conseguir la unidad de la izquierda.

Adolfo Barrena, Director Ejecutivo de la Fundación 14 de Abril

Artículo publicado en Arainfo el 23 de febrero de 2025