Nuestro programa consiste en exterminar un tercio de la población masculina de España. Con eso se limpiaría el país y nos desharíamos del proletariado. Además también es conveniente desde el punto de vista económico. No volverá a haber desempleo en España”

Son declaraciones de Gonzalo Aguilera Munro, oficial de prensa de los Generales Franco y Mola durante la Guerra de España, al periodista norteamericano John T. Whitaker.

Es claro el planteamiento. Para limpiar el país hay que acabar con el proletariado. No con burgueses, ni terratenientes, ni banqueros, ni obispos. Esta cruel teoría, la de la represión del proletariado, no la descubrió el franquismo. Ya venía de muy atrás.

Quizá es necesario recordar que el proletariado, en el sistema capitalista, es la masa obrera, sin propiedades, sin recursos.

Así lo recoge el manifiesto comunista: “Por proletarios se comprende a la clase de trabajadores asalariados modernos, que, privados de medios de producción propios, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo para poder existir”

El proletariado es, por su propia característica, el antagonista de la burguesía capitalista que le explota. Precisamente por eso, el fascismo claramente alineado con la burguesía, con el caciquismo latifundista y con la monarquía, quiso limpiar el país de proletarios. Por eso la represión, los fusilamientos, el exilio.

Evidentemente el capitalismo burgués necesita las masas trabajadoras para mantener sus ganancias. Entonces ¿por qué eliminarlos?. Con lo que no contaron es que la clase trabajadora se organizara para luchar por la justicia social, por la igualdad de oportunidades, por el derecho a la educación, la vivienda digna o la atención médica y que, además, reivindicara salarios justos y condiciones laborales dignas.

Las organizaciones obreras, los sindicatos de clase en los que se integraban trabajadores y trabajadoras, con la II República (especialmente en el bienio reformista) consiguen un programa de mejoras: una reforma del sistema agrario, un sistema más justo de relaciones laborales, y una mejora de la previsión social, de la enseñanza y de la sanidad, en línea con lo que, que desde 1919, establece la Organización Internacional del Trabajo (OIT)

Estos avances, frenados por la derecha en el bienio negro, los retoma el Frente Popular que vence en las elecciones generales de febrero de 1936. Luego, está muy próximo el 89 aniversario de aquel 18 de Julio en el que los militares, encabezados por Franco, se sublevan y dan un golpe de estado, todo se paraliza y la clase trabajadora sufre un duro retroceso en sus derechos conquistados.

Al fascismo le interesa una masa obrera obediente. Lo reconoce así el propio Aguilera Munro cuando le entrevista otro reportero norteamericano, Hubert R. Knickerbocker, y dice: “Debemos destruir la prole de escuelas rojas que la llamada república instaló para enseñar a los esclavos a rebelarse. A las masas les basta con leer lo suficiente como para entender órdenes”.

El resultado de su victoria en la guerra fue que en este país se impuso un sistema jerárquico, autoritario y corporativista. Los sindicatos de clase son prohibidos, la huelga está castigada, no hay partidos políticos, no hay constitución, no hay elecciones, no hay libertades,… y así 40 años. Hasta 1978.

Desde entonces nos costó un par de décadas recuperar los derechos laborales que el franquismo cortó y, poco a poco, las derechas más reaccionarias intentan volver a recortarlos.

El fascismo, el de siempre, el que ganó la Guerra de España, el que añoran y defienden sus herederos y herederas, es enemigo, rotundo y visceral, de ese proletariado que reivindica y lucha por sus derechos. También lo son las derechas, las que dicen querer alejarse de la ultraderecha aunque asumen sus postulados.

Tan declaradamente hostiles a la clase trabajadora son que, juntos, votan contra la subida del Salario Mínimo Interprofesional, contra la revalorización de las pensiones o contra las medidas del escudo social

Pero también lo son de la izquierda en su conjunto, de las organizaciones de clase, de los movimientos por los derechos humanos. Son enemigos de la democracia y de las libertades.

Por eso votan en contra de derechos como el del aborto, el divorcio, la eutanasia o el matrimonio entre personas del mismo sexo. Se manifiestan contra las leyes de igualdad, niegan la violencia asesina contra las mujeres, se declaran los más españoles del mundo, quieren pureza de raza y expulsar a migrantes. Quieren que España sea solo para españoles, pero los de bien, obedientes, sumisos, siervos y nada reivindicativos.

Algunos y algunas pensamos que aquellos tiempos no volverían, pero no hace mucho, en 2021, militares retirados de alta graduación decían que había que fusilar a 26 millones de españoles, niños incluidos. Se ve que hay gente que sigue pensando en “limpiar” el país.

Todavía hace menos, en noviembre de 2024, un diputado de VOX en el Congreso afirmaba que “el franquismo fue una etapa de reconstrucción, reconciliación y progreso”. Es la táctica de la ultraderecha en este país y en medio mundo. Blanquean los regímenes fascistas, cada vez se oye más aquello de “Franco no fue tan malo”, y quieren llevarnos a pensar que una dictadura es mejor que la democracia o, por lo menos, es equiparable.

Como entonces, como siempre, la ultraderecha asocia la democracia con desorden, con corrupción, con huelgas, con chiringuitos, con conflictividad, con desgobierno, con migrantes delincuentes. Así, poco a poco, como la lluvia fina, va calando en la ciudadanía la “necesidad” del autoritarismo, del caudillo que manda e impone, aunque ese orden signifique suprimir derechos y libertades.

Está muy cercana la fecha del 18 de julio. Conviene recordar lo sucedido aquel día y lo que vivimos en los 40 años de dictadura que siguieron al final de la guerra. Hoy, a diferencia de lo sucedido en Alemania, Italia, Argentina o Chile, países que sufrieron dictaduras asesinas, pasaremos esa fecha sin que se haya condenado el franquismo y sin que puedan juzgarse sus crímenes.

Por eso, para que no se olvide y se conozca, trabajamos por la Memoria, Verdad, Justicia, Reparación y Derecho de No Repetición.

Adolfo Barrena Salces, Director Ejecutivo de la Fundación 14 de Abril

Artículo publicado en El Periódico de Aragón (18-07-2025)