El empleo y las responsabilidades de cuidado forman parte del trabajo por lo que son vasos comunicantes y lo que dedicas a uno no lo puedes dedicar a otro con las consiguientes consecuencias.
Además, el trabajo de cuidados es intensivo pero está infravalorado e invisibilizado por lo que la sociedad sigue priorizando el empleo, que es remunerado, a los cuidados que son imprescindibles para sostener la vida. Las mujeres que por mandato de género han tenido y tienen la obligación de cuidar, reproducen un sistema que libera a los hombres de este trabajo para que puedan desarrollar al máximo su empleo, suponiendo la base de la brecha salarial y del suelo pegajoso que lleva a la feminización de la pobreza.
Se están generando múltiples herramientas para revertir esta situación. Ya existían los planes de igualdad, instrumento idóneo para abordar la brecha de género en el ámbito laboral, aunque el análisis que se hizo de estos en Aragón trasladó que tenían un carácter formal, no tomando medidas realmente efectivas y evaluables para cambiar la situación. Se han habilitado guías de buenas prácticas y sellos de igualdad, pero son pocas las empresas que lo han solicitado y conseguido. Aunque también existen diferentes sellos privados y relacionados con evaluaciones de calidad o de responsabilidad social corporativa de las que no sabemos si es suficiente su existencia formal o valoran contenido y efectividad.
Las auditorias retributivas de las empresas que se plantean en la ley de brecha salarial tendremos que ver qué información trasladan y qué medidas se llevan a cabo para corregir la situación, porque se plantea implantar la transparencia retributiva donde se detecten diferencias en el valor que se dan en trabajos similares y que no dependan de factores o valoraciones sociales que reflejen estereotipos de género. Pero no me quito de la cabeza el ejemplo de la limpieza donde ellos limpian cristales y, por tanto, suben escalera y cobran más. Mientras que a ellas se les quiere pagar por metro de limpieza equiparando un despacho con una oficina o un baño, como si costara limpiarlo lo mismo.
Por otro lado, se está aplicando el Plan Corresponsables en la línea de creación de un sistema público de cuidados que nos genera diferentes dudas. Por un lado, porque una de las iniciativas ha sido la financiación completa del servicio de madrugadores o de un servicio de conciliación de tardes a criterio del centro, del equipo directivo del centro. Esto no ha pasado por la comunidad educativa ni se han valorado las necesidades de conciliación de las familias, es un café para todos en el que independientemente de la renta se accede a un servicio gratuito y que ha generado dificultades de acceso puntual a este servicio en algunos centros.
Otra medida que se está poniendo en marcha es el apoyo a entidades locales para generar servicios de conciliación que creemos muy necesario pero que a muchas entidades locales les llega sin haber definido cuales son esas necesidades. Planteamos hace mucho, la necesidad de debatir en el consejo interterritorial la posibilidad de que el servicio de ayuda a domicilio se ampliara para poder cuidar a menores de 12 años o apoyos de cuidado puntuales, actuaciones respiro, que es una de las actuaciones que mejoraría la calidad de vida de muchas personas cuidadoras, principalmente mujeres, y supondría una red para todos y todas.
Y es que el coste de los cuidados y las tareas domésticas supondrían un 37,04% del producto interior bruto (PIB) de la comunidad aragonesa, lo cual se traduce en un valor económico de 14.092 millones de euros cada año. Así lo refleja el informe ‘El valor del trabajo de los cuidados no remunerados en Aragón’. Una ingente labor que requiere, como llevamos tiempo defendiendo, un debate social de cómo nos organizamos para poder desarrollarlo desde la corresponsabilidad de personas, administraciones y empresas.
Y es que este sistema económico basado en ignorar el sistema de reproducción social por el que llegamos a formar parte de él, salvo en educación que cada vez se reorienta más a responder a tu papel como ser productivo y no como ciudadano, debe repensarse de raíz para valorizar todos los aspectos y realmente desarrollar y planificar una economía real y no parásita del cuidados de las mujeres.
Por eso, es fundamental el debate de cuidados donde se establezcan las condiciones para poder cuidar, el sistema público de cuidados que suponga una red de apoyo y la vinculación entre los sistemas productivo y reproductivo para que el primero deje de aprovecharse del trabajo ejercido por el otro y se integren en un único sistema de trabajo. Estos tres elementos son los que posibilitaran la reducción de la brecha en el ámbito laboral.
Lo demás son parches que vamos poniendo pero que no cambian la realidad porque mantiene un sistema de privilegios y trasladan los costes a otras, a las personas migrantes externalizando el trabajo de forma precaria, a centros residenciales convertidos en negocio con pésimas condiciones laborales y sobre todo propician la precarización del cuidado, no se puede cuidar en condiciones y como se debiera.
Abordar los cuidados en profundidad permitiría reducir la brecha laboral pero sobre todo nos permitiría establecer las condiciones que permitieran unos cuidados dignos.
Marga Deyá, responsable del Área de Mujer de IU Aragón
Este artículo fue publicado en El Periódico de Aragón el 22-02-2022
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