Dice el tenista Rafa Nadal, en una entrevista pública, que lo del rey emérito «pudo ser un error».

No, Sr. Nadal, lo del Rey Juan Carlos fue, tal y como vamos sabiendo, un acto claro de cobro de comisiones ilegales y, por consiguiente, un presunto acto de corrupción.

Desde luego, lo que no puede ser considerado es un error. Llamemos a las cosas por su nombre y dejemos de intentar justificar lo injustificable. El huido rey emérito se aprovechó de su posición de monarca y Jefe del Estado para enriquecerse y lo hizo, además, amparado en esa inviolabilidad que le otorga la constitución que sigue vigente en este país.

Pretender justificar que sus servicios a España pueden hacer perdonar el «error» es una forma más de blanquear la corona en estos tiempos en los que, cada día más, la ciudadanía se cuestiona la necesidad de cambiar de modelo de estado y apostar por la República. La corrupción no se justifica en ningún caso.

Por otra parte no están demostrados los servicios que el emérito ha prestado a la patria. Si que es conocido el posicionamiento, desde el exilio, de la familia real hacia el franquismo sublevado, conocemos también que Juan Carlos fue designado sucesor de un Caudillo fascista proclamado «por la gracia de dios», que juró lealtad a los principios del Movimiento Nacional (partido único franquista) y que ha sido Jefe del Estado, como ahora lo es su hijo, sin haber sido votado por nadie.

También sabemos de sus trápalas, trapicheos, aventuras y devaneos, conocemos sus relaciones y amistades con lo más florido de los sátrapas que hay en este pobre planeta y sabemos que se ha marchado, sin que nadie le dijera nada, con la maleta bien llena. No nos extraña nada, viendo estas opiniones, a lo que parece muy extendidas en diferentes sectores, que al final haya tenido que ser la fiscalía suiza la que abra la causa.

¡¡Basta de blanqueo¡¡