(Artículo publicado en Arainfo el 13 de diciembre de 2020)
El 12 de diciembre de 1930 Jaca amaneció republicana. La guarnición militar del Cuartel de la Victoria, con los capitanes Fermín Galán y García Hernández al mando, se sublevó contra la Monarquia de Alfonso XIII. En un proceso relativamente incruento (con la muerte de dos carabineros y un guardia civil que se opusieron), la bandera republicana se alzó en el balcón del Ayuntamiento de Jaca en esa misma mañana. En realidad así debía haber sido en todo el país, pero la fecha prevista se retrasó y nadie avisó a los responsables de secundar la rebelión en Jaca, a pesar de que Casares Quiroga y otros dos delegados del Comité Revolucionario llegaron esa noche y durmieron sin avisar, pensando que la tranquilidad predominaba.
La guarnición sublevada inició un avance con dos columnas sobre Huesca esa misma tarde. Al día siguiente fueron finalmente detenidos en Cillas, a 3 kilómetros de la capital oscense. Hay varios libros muy interesantes para conocer todos los detalles. Finalmente los capitanes Fermín Galán y García Hernández fueron fusilados en Huesca el 14 de diciembre. Pero el sacrificio de los capitanes de Jaca no fue en balde y respondía realmente a un pulso de la sociedad, que percibía que la monarquía de Alfonso XIII había perdido totalmente su legitimidad y así lo expresó tan solo cuatro meses después. La República ya tenía a sus mártires de la causa y esos símbolos operan en la consciencia colectiva. La voluntad popular desalojó a la monarquía a través de unas elecciones municipales, convocadas por un régimen agónico para ganar algo de tiempo mientras buscaba una imposible salida política. No eran un referéndum sobre la monarquía, pero la sociedad española las entendió como tal. Las candidaturas republicanas ganaron en las ciudades, donde las elecciones eran realmente libres, y Alfonso XIII abandonó el país sin apenas apoyos para defender su trono.
Jaca fue temprana cuna de la Segunda República y así lo entendió el nuevo estado, que tuvo una especial atención hacia nuestra pequeña ciudad pirenaica. Era una población con un gran componente republicano y la consecuencia sería una represión feroz que seguiría al levantamiento fascista del 18 de julio, un baño de sangre muy diferente a lo que tuvo lugar en el levantamiento de 1930.
En el final de esta aciago año de 2020 llegamos al 90 aniversario de la sublevación republicana de Jaca, que en un momento de clara descomposición de la monarquía tenemos que poner aún más de relieve. La República como necesidad, la República como única salida democrática. La corrupción ha carcomido nuevamente a la institución monárquica, nada nuevo en este país, aunque su papel de intervención política sea menor que en el siglo XIX y el primer tercio del XX. Un mal entendido concepto de estabilidad ha hecho que los distintos gobiernos e instituciones desde la Transición hicieran la vista gorda ante los desafueros del «emérito» Rey Juan Carlos. Cuando las vergüenzas han sido imposibles de ocultar, aunque se conozcan solo por investigaciones periodísticas y no por actuaciones judiciales, la estrategia política y mediática es circunscribir los hechos al exclusivo periodo del anterior rey y desvincularlos totalmente de la persona del actual monarca Felipe VI. Pero hay indicios claros de beneficio por parte del mismo, siquiera indirectamente, que merecerían una investigación de la que cualquier persona de a pie no escaparíamos. Pero esto no es solo una cuestión de personas. La institución es corrupta, además de antidemocrática. Nos acusan de aprovechar estos hechos para cuestionar la monarquía. Pero es ella la que se ha puesto en cuestión a sí misma, la que se ha hecho el mayor daño. Los hechos solo han venido a dar la razón a las organizaciones de izquierda que la cuestionábamos. La República sería un principio democrático irrenunciable aunque esta fuera la más limpia y honrada de las monarquías, pues estás siempre parten de la desigualdad que supone que la jefatura del estado caiga en manos de una familia por el hecho de serlo, anacrónico más de dos siglos después de la abolición del antiguo régimen y de la sociedad estamental. Pero si encima la monarquía es corrupta los motivos para abolirla se multiplican.
Pero la República no debe ser solo la elección democrática del Jefe del Estado. Debe ir acompañada de unos valores republicanos y sociales que no deberían ser solo patrimonio de la izquierda, aunque el péndulo electoral pueda pasar de un lado a otro en los sucesivos procesos que ha de atravesar una democracia. Hablamos de valores éticos, de ciudadanía, de libertad, de fraternidad, de igualdad real, y no solo teórica, ante la ley. Pero estos valores no se sustentan sin derechos sociales, sin la capacidad de tener unos mínimos cubiertos como el derecho al trabajo, a la vivienda, a una educación pública de calidad y a una atención sanitaria universal. Que el trabajo y la suficiencia económica permitan que todas las personas tengamos tiempo de ocuparnos de los asuntos públicos, de la “res pública«, de lo que a todas atañe. Sin esos derechos sociales y económicos no es posible ejercer los derechos políticos en libertad. Unos y otros van indisolublemente ligados en una verdadera República en libertad.
Sergio Benítez Moriana – Asamblea de Izquierda Unida Jaca
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