Miguel Hernández
Poeta del pueblo, desde su nacimiento. Cabrero que se llevaba al monte la máquina de escribir que, con gran esfuerzo, había podido comprarse.
Poeta que quiso ir a la guerra, que quiso defender con su fusil y su pluma la causa de la libertad, poeta que compartió la trinchera con las arengas y los recitales, poeta que quiso estar con su pueblo, con su gente.
“Yo nací en mala luna”, escribió en 1936, antes del golpe de estado fascista. Parecía intuir su futuro. La vida le tocó vivirla en tiempos duros, en la tragedia del golpe de estado y la guerra, la vida le llevó a la cárcel franquista de Alicante donde, abandonado, sufrió una muerte inhumana.
Murió joven, muy joven, 32 años tan solo, pero nos dejó su obra que era fiel reflejo de su compromiso.
Estuvo en el frente. Vivió en directo la guerra en Andalucía, en Extremadura, estuvo en la batalla de Teruel. Trató de huir y llegó a Portugal, pero allí, la policía salazarista le detiene, lo devuelva a España y lo entrega a la policía franquista que lo primero que hace es darle una paliza de bienvenida.
Miguel, nuestro poeta, vivió, escribió, luchó y murió, para que dejase de haber “niños yunteros”, para que no hubiese niños y niñas con abarcas vacías, para que en todas las casas hubiese algo más que cebollas para comer, para que acabasen las tristes guerras, para que los jornales no fueran de sangre, para que nadie más besase zapatos vacíos.
Miguel también nos dijo que hay ruiseñores que cantan por encima de los fusiles en las batallas. Miguel, nuestro poeta, el poeta de la Libertad, nos deja viva la lucha por los ideales de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad.
Gracias Compañero, te fuiste joven, pero tenemos tu obra y tu compromiso.
Hoy, con toda nuestra gratitud, en el 77 aniversario de tu muerte, te recordamos
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