Para no tener aún 24 años, llevo demasiado tiempo interesándome por la memoria democrática. Ese interés me ha llevado a indagar, leer y escuchar testimonios, historias y vidas de decenas de personas que no hace tanto tiempo tuvieron la mala fortuna de encontrarse de frente con el fascismo, una ideología que causó estragos, normalizó la violencia y que en lugares como el Estado español fue una anomalía europea que aguantó en el poder hasta bien entrados los años 70.

Lo que pasó en ciudades como Zaragoza (en manos de los fascistas desde julio de 1936) está muy bien documentado gracias a testimonios como el de Gumersindo de Estella (Martín Zubeldía Inda), fraile capuchino encargado de dar la última confesión a los y las reas republicanas de la cárcel de Torrero antes de ser fusiladas y testigo directo de las decenas de sacas que en la tapia del Cementerio zaragozano se realizaron y que recogió en su obra ‘Fusilados en Zaragoza. 1936-1939: tres años de asistencia espiritual a los reos’.

Gracias también a las investigaciones realizadas por personalidades como Julián Casanova Ruiz (Valdealgorfa, 1956), Ángela Cenarro Lagunas (Zaragoza, 1965) o José Luis Ledesma (1973), entre otras.

También hay que mencionar a las asociaciones memorialistas como PAMA y la ARMHA, que se han preocupado por saber qué pasó en capital aragonesa, quiénes fueron las víctimas de esa terrible represión franquista y quiénes salieron beneficiados de la misma.

En rasgos generales, cuando se produjo el golpe del Estado de 1936 contra la legalidad constitucional de la Segunda República, la ciudad de Zaragoza estaba regida por cargos públicos que ostentaban ideológicamente un republicanismo moderado.

No fueron pocas las personas, vinculadas a los sindicatos CNT y UGT, que en ese momento pidieron al consistorio el reparto de armas para «defender a la República» de los golpistas, pero el Ayuntamiento se negó, facilitando así el triunfo del golpe de Estado en la ciudad.

Curiosamente, esos mismos representantes públicos que se habían negado a repartir armas y habían llamado a la calma asegurando «tener todo bajo control», fueron los primeros en ser asesinados por la horda fascista que se adueñó ilegítimamente de la ciudad, ejerciendo una brutal violencia contra líderes sociales y personas de la sociedad civil.

Sabemos que de julio de 1936 a diciembre de ese mismo año son asesinadas 2.600 personas, siendo el mes de agosto el más mortífero, con 730 personas fusiladas. Hasta el año 1946, la cifra de personas asesinadas en Zaragoza crece hasta las 3.600, de las cuales 607 personas aparecen sin ser identificadas.

Pero cuando vemos números tenemos que ver personas, seres que sentían, querían y amaban como hacemos hoy en día, que tenían familia, que eran como nosotras y nosotros, que abrazaron unas ideas legítimas durante un régimen democrático, que fueron víctimas de denuncias injustas y que fueron asesinadas por ello.

Manuel Pérez Lizano-Pérez (1897-1936)

Desde el principio, en esos primeros meses de «terror caliente», las primeras víctimas de la violencia falangista fueron representantes públicos de la República, líderes sociales y sindicales, destacados y destacadas militantes de formaciones que pertenecían al Frente Popular y personas obreras con filiación sindical.

Según nos cuenta Julián Casanova en su obra ‘El Cementerio de Torrero. Un lugar de memoria (1936-2010)’ (Ayuntamiento de Zaragoza, 2010), ocho concejales, republicanos o socialistas, del Ayuntamiento de Zaragoza fueron asesinados, entre ellos, Manuel Pérez Lizano.

Manuel era conocido en Zaragoza por su formación médica, su activo papel en la Cruz Roja y su participación en la vida pública y la política republicana. Fue, sin duda, una persona muy vinculada a la comunidad, llegando a realizar notables tareas humanitarias en los diferentes municipios en los que estuvo destinado.

Para las elecciones del 12 de abril de 1931, sería candidato de Derecha Liberal Republicana, dentro de la conjunción republicano-socialista, siendo elegido concejal del consistorio zaragozano.

El transcurso de los meses y los cambios del momento provocaron que en 1932 fuera nombrado alcalde de Zaragoza, sucediendo a Sebastián Banzo Urrea (hombre que proclamó la II República en la ciudad de Zaragoza), llegando a realizar cambios significativos en el urbanismo durante los diez meses en los que fue alcalde, hasta que las discrepancias y enfrentamientos con otras formaciones políticas provocaron su dimisión en 1933.

Después ingresó en Izquierda Republicana, fue elegido diputado provincial y tomó posesión como presidente de la Diputación de Zaragoza en marzo de 1936. El triunfo del golpe de Estado en la ciudad hizo que el gobernador civil, el señor Lasierra, le suspendiera de sus funciones.

Manuel Pérez Lizano pasó varias jornadas en prisión, fue puesto en libertad y marchó al pueblo de Tobed hasta que allí se presentaron un grupo de fascistas que le invitaron a acompañarlos para «prestar declaración».

Lo trasladaron a Zaragoza, en compañía de la otorrinolaringóloga Pilar Vicente Juan (esposa), al cuartel de Castillejos. Siendo ella consciente del peligro que corría su esposo, removió tierra y mar para salvarle. Pilar y el hermano de Pérez Lizano consiguieron los papeles necesarios para volver a ver a Manuel. Esos papales fueron destruidos por las autoridades fascistas.

Manuel Pérez fue torturado en el chalé de Matías Bergua (checa de Falange en Zaragoza) hasta ser asesinado el 13 de agosto de 1936 de un tiro que le atravesó el pecho, aunque otras fuentes como la autopsia realizada en la Facultad de Medicina nos cuentan que le volaron la cabeza de un disparo, que terminó alojándose en su colon. Su cadáver fue hallado flotando en el Canal Imperial, llevando puesto un pijama con las iniciales MPL, que sirvieron para identificar el cadáver.

Su retrato como alcalde de la Zaragoza no colgó de las paredes del Ayuntamiento hasta el año 2008, gracias al calor de la Ley de Memoria Histórica y las presiones de los grupos políticos que reclamaron su presencia.

Amasvinda Melús Cubero ‘La comunista’ (1911-1936)

Durante el periodo republicano, las mujeres, gracias a sus luchas, consiguieron derechos tan importantes como el sufragio femenino, el divorcio, la ley del aborto, el acceso a oposiciones o cuestiones tan fundamentales como que las mujeres pudieran seguir trabajando después de haber contraído matrimonio.

Todas esas libertades (no otorgadas sino conseguidas gracias al movimiento feminista) allanaron el camino de muchas mujeres para participar en la vida pública.

En las comarcas centrales de Aragón una de esas mujeres fue Amasvinda Melús Cubero, natural de El Frasno, que en 1924 se trasladó junto a su familia a Casetas, lugar en el que llevaron una vida tranquila vinculada a actividades propias del sector primario como la ganadería y la agricultura.

Cuentan sus vecinas que era una mujer solidaria, que compartía todo lo que tenía con las personas que más lo necesitaban, llegando a afirmar que «los comunistas y los cristianos tenían la misma doctrina: repartir entre nosotros lo que tenemos».

Con el advenimiento del mes de mayo y de los festejos populares, Amasvinda bordó una bandera republicana, que presidió las fiestas del mayo enjabonado.

La llegada del clima de violencia tras el golpe de Estado, asoló Casetas y Amasvinda fue detenida por la Guardia Civil, junto a su hermano Eustaquio (que lograría escapar) y el día 19 de agosto de 1936 fue llevada al paredón junto a cinco vecinos. Amasvinda recibió tres disparos que le causaron la muerte en el acto. Tenía 25 años.

Sus padres y sus hermanos lloraron por ella en el más triste de los silencios durante demasiado tiempo.

Pablo Balaguero Camarasa (1893-1936)

Propagar la educación, crear escuelas públicas, unificadas, gratuitas y obligatorias capaces de romper con las desigualdades de sexo y clase (artículos 48, 49 y 50 de la Constitución de 1931) y alfabetizar a la población española fueron algunos de los retos más importantes de la II República. Para ello se formó a miles de profesionales capaces de operar con éxito en las ciudades y en el mundo rural para que la educación llegara a todos los rincones del Estado.

En Romanos destacó Pablo Balaguero Camarasa, natural de Lleida, que había adquirido experiencia como docente en Morellussa (Lleida) y Linzoaín (Navarra) y que fue enviado a este pueblo en 1923.

Su popularidad en el pueblo y sus métodos novedosos de enseñanza marcaron una huella imborrable en su alumnado. Impartía clases al aire libre, enseñaba numerosas materias y realizaba actividades muy variadas como clases de guitarra o entablar debates sobre la situación política de la época. Era una referencia pedagógica para sus compañeros y compañeras de profesión y para su alumnado, que no tardó en cogerle un cariño especial.

Todo cambió el 10 de agosto de 1936, cuando fue asesinado por fascistas debido a su conocida militancia en Izquierda Republicana. Tenía cuatro hijos, Miguel (asesinado en 1939), Eduardo, José Luis y Amparo. Tras su muerte, la familia fue expulsada de su casa y sobrevivieron gracias al apoyo y caridad de algunos vecinos y vecinas.

Las vidas anteriormente contadas de manera breve, son sólo tres de las 3.600 personas que fueron asesinadas en Zaragoza, en su Canal Imperial, en Valdespartera, sus pueblos o en la tapia del Cementerio de Torrero.

Pero ninguno de esos lugares nos cuenta si el hombre al que iban a fusilar llevaba una venda en los ojos. No cuentan si la mujer a la que fusilaron fue previamente violada en dependencias policiales. No cuentan si la mujer embaraza a la que mataron quería ese final. No cuentan si los verdugos tiraban a no dar. No cuentan si ese matrimonio se miró a los ojos antes de caer inertes al suelo. No cuentan si los huecos de las balas de la tapia del Cementerio previamente atravesaron el cuerpo de alguien.

No cuentan si la víctima estaba viva antes de que el teniente realizara el tiro de gracia. No cuentan si los que iban a ser fusilados veían la sangre de sus compañeros asesinados instantes antes.

No cuentan si toda esa sangre roja se juntaba en algún punto del suelo para escapar de ese lugar sigilosamente en forma de un río de ideas perdidas.

Todo eso lo cuentan personas comprometidas con los valores de verdad, justicia, reparación y no repetición. No olvidemos, nuestro futuro depende de ello.

JORGE SERRANO FERNANDEZ

Artículo Publicado en Arainfo el 21 de Abril de 2023

Todo eso lo cuentan personas comprometidas con los valores de verdad, justicia, reparación y no repetición. No olvidemos, nuestro futuro depende de ello.